sábado, 27 de agosto de 2022

Cuando conocí el placer de masturbarse

 No supe desde cuando comenzó mi fascinación por el sexo y el erotismo. De niña veía las telenovelas y películas, de repente alguna escena sensual se colaba entre lo que se le permitía a un menor ver, así fue como me enamoré de los cuerpos.

En caso no éramos ricos, pero tampoco teníamos grandes carencias, era una familia ''tradicional'' de padre, madre e hijos, pero esa cotidianidad me orilló a buscar más. Un día descubrí las revistas eróticas que mi padre guardaba bajo el armario de la escalera, preciosas vaginas y hermosos penes ante mí, yo quería ser como esas personas, quería estar en una de esas revistas y sentirme libre de mostrar mi cuerpo.

Al pasar los años, cumplí los 12 y tenía una amiga llamada Ariela, ella era muy vivaz, cariñosa y sabía mucho de tantas cosas, ya había besado chicos y según sus palabras ''llegado a segunda base'', me gustaba ir a su casa porque era grande y a sus padres no les molestaba que estuviéramos horas escuchando música en su cuarto, su lógica era que si Ariela estaba con amigas, no había ningún peligro, pues los hombres eran los causantes de embarazos y ''malas ideas''.

Entonces estábamos Ariela, dos coca colas y yo, sentadas en la cama escuchando música de su nuevo CD de Britney Spears y leyendo las clásicas revistas para adolescentes, un apartado hablaba de la masturbación, yo no sabía exactamente de qué se trataba.

- ¿Cómo no vas a saber, Flor?

- Pues, es que no lo sé.

- ¿Nunca lo has hecho?- inquirió con mirada maliciosa, resaltando las pecas del rostro.

- No... 

- No sabes de lo que te pierdes.

- ¿Tan bueno es?

- Es casi como el sexo, pero sin el miedo a embarazarte, lo puedes hacer tu sola y es rico.

- Podría intentarlo luego.

- Te puedo enseñar.

- ¿En serio?

-Sí.

Respondió antes de meter su mano bajo mi falda escolar, sus dedos acariciaron la raja de mi vulva, yo no sabía en ese momento, pero estaba sintiendo placer.

- Se siente bien...- dije mientras apoyaba la espalda en la cabecera de la cama.

Ella se acomodó pegada a mí, también con la espalda apoyada en la cabecera, metió su mano en mis pantaletas y comenzó a acariciar mi joven e inexperto clítoris, con la otra comenzó a darse placer ella misma.

Sin planearlo, como si tuviera vida propia, mi cadera comenzó a moverse al ritmo de sus dedos, ella hacía lo mismo, nos miramos a los ojos y nos besamos antes de lanzar un gemido juntas. 

- ¿Te gustó?- preguntó mientras yo me deslizaba en la cama, respirando agitada.

- Sí... mucho.

- Eso es masturbarte. Puedes hacerlo tu misma cuando estés sola en tu cuarto. Eso sí, ponle seguro a la puerta para que nadie te interrumpa.

Después, nos pusimos a jugar un poco con su nintendo antes de que tuviera que irme a casa.

Al llegar comí con mi familia como regularmente, luego llegó la hora de irse a la cama, así que hice lo que Ariela me había aconsejado y le puse el seguro a mi puerta.

Comencé a explorar mi sexo, acariciando todo mientras descubría nuevos puntos de placer, froté mi mano contra la vagina, luego con mis dedos, muy suavemente acaricié mi clítoris, aumentando la intensidad hasta ahogar un gemido con la almohada, pensaba en Ariela y las imágenes de las revistas de mi padre mientras llegaba al clímax.

Mi espalda se retorcía bajo las cobijas de mi cama, mi primera vez masturbándome sola. Sentí que había descubierto una nueva forma de disfrutar la vida.

Ese fue el comienzo de una costumbre que repito de forma regular, a veces sola, a veces con ayuda de algún desconocido en un lugar público, pero esa ya es otra historia.



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