A Beto le encantaba que le chuparan el pene. Pero yo nunca había chupado uno, estaba acostumbrada a que me chuparan el coño, la idea de sumisión me asqueaba, aunque estaba tan cachonda que accedí.
Teníamos un mes saliendo y cogiendo, vivía solo, a veces me quedaba a dormir con él. Al principio fue sexo de misionero, luego en 4, luego me pidió una mamada, pero sin pedirla, solo me empujó la cabeza hacia su miembro.
- Nunca lo he hecho...
- Yo te enseño.
- ¿Tu sabes mamar pitos?
Él se rio.
- Ya sabes a lo que me refiero- respondió mientras tomaba su pene delgado y largo con ambas manos, ofreciéndomelo.
Estaba limpio, olía a jabón, lentamente comencé a darle besitos.
- Pásale la lengua...- pidió con excitación.
Le pasé la lengua por el glande y lo acaricié con ambas manos, él empujó mi cabeza y eso me molestó, quería que me dejara ser yo la que manejara la situación y él solo lograba bajarme la lívido con su actitud de macho hosco.
- Qué rico la mamas, mi amor- pronunció mientras echaba la cabeza hacia atrás.
A decir verdad, antes de él había tenido sexo con Lorna y claramente Beto era pésimo en el sexo, ni siquiera había juego previo, él quería meter la pija y ya, salía con él porque en verdad me gustaba, su conversación era interesante, pero pésimo en la cama.
Continué cinco minutos y fingí ganas de orinar, me lavé los dientes y salí del baño.
-. ¿Seguimos?
- Pues... es que ya es tarde.
- ¿Qué pasa?
- Beto, no sé, no me prendo, sorry.
- Me vale madres, tú solita viniste hasta aquí, ahora me cumples- tomándome del brazo y haciéndome caer sobre el sofá.
- ¡Vete a la mierda!- dije dándole una bofetada- Eres un idiota.
Me fui con mis ansias a otro lado, caminé pero ningún taxi pasaba, ya me había cansado de esperar.
- Señorita, súbase- dijo un taxista de ruta- Voy para mi casa en Puerto Alegre, te puedo dejar donde puedas agarrar transporte.
- Voy para el mismo rumbo.
Respondí sin mucho ánimo, él me miró de pies a cabeza, no me había dado cuenta de que el escote de mi blusa estaba más abajo de lo normal.
- ¿Triste?
- No... solo harta.
- Dicen que los taxistas somos como psicólogos.
Sonreí y por impulso le conté que acababa de terminar una relación, que tuvimos un problema en la cama y todo terminó.
- Pero usted no terminó- dijo en doble sentido.
- ¿Cómo?
- Con todo respeto, pero no puedo dejar de verle los senos y las piernas, perdón- dijo mientras daba un vistazo y luego volvía al volante. De alguna manera sus palabras me calentaron, estaba muy caliente aún, queria coger, quería tener un orgasmo y no tenía ganas de masturbarme, quería que me mamaran todo, que me tocaran todo. Sin pensar, tomé su mano, lo miré a los ojos mientras estábamos por una calle sola y oscura, abría las piernas y ahí la puse. Él se quedó en silencio y comenzó a tocar con mucha cautela.
- Está mojada...
- ¿Sí?
Sus dedos comenzaron a masajear mis labios sobre la tanga, marcando la raja como si estuviera dibujando. Se aventuró a meterlo dentro de la tela y con cuidado deslizó uno de ellos por mi vagina. Tomó el volante con la izquierda y giró hacia una calle de terracería en medio del camino, apagó las luces y apartó justo enmedio de la nada.
Me calenté al máximó y me recosté de espaldas, abriendo las piernas para que él hiciera lo suyo. Pensé que solo se sacaría el miembro pero no, hizo a un lado la tanga y comenzó a comerme todo, su lengua pasaba por todo mi sexo, sus manos masajeaban mi culo y tetas.
Tenía tantas ganas que lo monté con fervor, él se puso a mamar mis senos con hambre y calor, pero ese calor delicioso que solo el morbo de sexo con desconocidos puede dar.
Nos besamos, su lengua se aferró a estar cerca de mi garganta mientras su verga entraba y salía de mi vagina.
Entonces me aventuré a ponerme de rodillas dándole la espalda, el comenzó a lamerme el culo, me dio varias palmadas que, pese a doler al momento, aumentaron mis ganas de sexo.
Pasó su pene, que estaba bastante grande, por mi vagina mojada y lo frotó varias veces, quedando empapado, con delicadeza comenzó a entrar por mi culo, yo nunca había tenido sexo anal, estaba tan cachonda que pedí mas y yo sola movía las caderas hasta que sentí su semen caliente dentro de mi culo y en mis nalgas.
Pero no acabó ahí, porque este hombre buscaba darme todo el placer que momentos antes me habían negado, comenzó a comerme el coño una y otra vez, haciéndome entrar en un bucle de placer sin fin, perdí la noción del tiempo y el espacio con su lengua juguetona en mi vagina, me olvidé del mundo, de todo, gemí como si fuera el último sexo de mi vida, me aferré a su lengua apretando con mis muslos, incluso tuve lágrimas de placer al sentir como succionaba con más fuerza en cada orgasmo.
Terminé cansada y satisfecha, estaba lista para dormir a pierna suelta.
Me dejó en la puerta de mi casa, el asiento había quedado empapado de mis fluidos y su semen, el aroma a sexo plagado en el aire. Una fantasía más cumplida.
Le di mi número, se tendría que repetir.
Esa noche me di un baño caliente para quitar los fluidos de ambos, aún tenía semen en mi ano, estaba adolorida pero era esa clase de dolor que se disfruta, me ardían las nalgas por las palmadas que me habían dejado la piel roja, preferí no pensar porque el recordar comenzaba a ponerme cachonda. Dormí a pierna suelta y desperté hasta el mediodía.
Sobre Beto, me volvió a llamar pero lo dejé plantado.